ARTÍCULOS DE MANUEL SIURANA

En este blog se recogen diversos artículos que han sido publicados por Manuel Siurana.

Saturday, March 02, 2013

UN CATECISMO PLÁSTICO. EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN. PARTE 13, ESTUDIO ICONOLÓGICO DEL CAMARÍN DE LA VIRGEN.


4. ESTUDIO ICONOLÓGICO DEL CAMARÍN DE LA VIRGEN. Las pinturas

Desde las naves laterales del templo, subiendo una escalinata, se puede acceder al camarín de la Virgen y a dos pequeñas capillas situadas junto a él y sobre la sacristía de la iglesia. El suelo y las paredes de las escalinatas y del camarín están repletos de inscripciones devotas de quienes costearon su construcción, que se realizó con posterioridad a 1943. Las capillas, dedicadas a Cristo y a la Virgen, aún se concluyeron más tarde (la última en 1997).

Las vidrieras
Al final de las escalinatas y frente al acceso a las capillas laterales del camarín se abrieron otras tantas ventanas, que fueron decoradas con vidrieras de colores que representan imágenes personificadas de los cuatro evangelistas, que en todos los casos, en un enmarcamiento arquitectónico y sobre un fondo azul, visten con túnica talar, manto y sandalias, portan un libro (por ser autores evangélicos) y su cabeza está envuelta con un nimbo en el que figura su nombre escrito en latín.

Al igual que con el resto del camarín, para su construcción se recurrió a la ayuda de los fieles devotos, quedando constancia de ello en las inscripciones de la parte inferior. De ese modo la ventana situada al final de la escalera del lado derecho muestra la imagen de San Mateo, sufragada por la Asociación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Valencia. Frente a la capilla de Cristo se muestra la vidriera del apóstol San Marcos, sufragada por una devota que responde a las siglas M.D.T., que de ese modo quería agradecer los favores de Nuestra Señora. Frente a la capilla de la Virgen[1] se sitúa la vidriera con la imagen de San Juan, donada por la señora Pérez Rosales, en memoria de sus hijos Antonio y Miguel Espinós. Finalmente frente a la escalera del lado izquierdo se abre la cuarta ventana con la imagen de San Lucas, fruto de la donación de J.P. y M.G. en agradecimiento por la protección de Nuestra Señora.

Las pinturas del camarín
El camarín[2] ocupa el espacio central situado sobre la sacristía. Es una zona rectangular con un rehundimiento en su parte central, que sirve para habilitar un espacio para los fieles, que pueden ver la parte trasera de la imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús, que está situada sobre un altar y cuya parte frontal es visible desde el interior del templo, donde preside el ábside. Toda la zona tiene un recio sabor clasicista dórico, con muros que, por su quebramiento, recuerdan los interiores alabeados barrocos y en los que la parte superior está decorada por un entablamento en cuyo friso figura la inscripción: NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN ROGAD POR NOSOTROS.

Las pinturas realizadas al fresco se distribuyen en todos los muros lisos que rodean el camarín, sumando un total de 10 espacios de tamaño desigual, pero en todos los casos bastante alargados. El autor de todas ellas fue Francisco Labarta, pero, según se desprende de una inscripción, las realizó en 1960, bastantes años después de haber acabado las pinturas del ábside y del Viacrucis.
Escudo del Sagrado Corazón

Dado el protagonismo que en esta zona tiene la Virgen María, para su decoración se optó por los temas marianos con la idea de remarcar la Inmaculada Concepción y la Maternidad Divina de María, utilizando para ello secuencias relacionadas con la vida de la Virgen y el ciclo de la Natividad del Señor. Quedando todo ello presidido en la zona central por una pintura de menor tamaño que muestra el escudo coronado de Nuestra Señora del Sagrado Corazón (un corazón con una corona de espinas del que salen llamas delimitado por las letras N y S) sostenido por dos ángeles arrodillados.
María y José

A ambos lados del tema anterior se distribuyen sendas pinturas con las imágenes devocionales de la Virgen María y San José y de San Joaquín y Santa Ana rodeadas de angelotes y pájaros, mientras algunos ángeles les contemplan desde el cielo[3]. María va con túnica blanca y manto azul, remarcando su condición de Inmaculada, a José se le representa relativamente joven y con un bastón patriarcal y Joaquín y Ana muestran rasgos físicos de mayor edad.

Partiendo de las pinturas descritas y siguiendo el sentido de las agujas del reloj se continua la representación de las diversas escenas, las primeras de las cuales se refieren directamente al ciclo mariano: el Nacimiento de la Virgen, la Presentación de la Virgen y los Desposorios de la Virgen, para enlazar luego con temas del ciclo de la Natividad del Señor, pero en los que el protagonismo de María es básico: la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Jesús, el Anuncio a los pastores y la Adoración de los Magos.

Los datos que aportan los evangelios canónicos sobre María son fundamentales para entender su figura histórica y su papel en el cristianismo y, aunque no son demasiados, sirven para confirmar su presencia, en este caso ineludible, en el ciclo de la Natividad y luego de modo puntual en algunas secuencias muy importantes de la vida pública de Jesús (como en las Bodas de Caná), en su Pasión y Muerte e incluso después de la Resurrección, en Pentecostés, con los matices que hemos indicado en el correspondiente apartado. Los artistas han cubierto las lagunas canónicas recurriendo habitualmente a la Leyenda Dorada (escrita en el siglo XIII), que a su vez se inspiró en las ideas presentes en los evangelios apócrifos (especialmente en el Protoevangelio de Santiago, el Pseudo Mateo y el Libro de la Natividad).
San Joaquín y Santa Ana

En el camarín no queda claro si la imagen de San Joaquín y Santa Ana es una simple imagen de devoción, igual que la de José y María, o bien representa el episodio de la milagrosa Concepción de María[4], que es considerada la primera escena del ciclo mariano. Siguiendo los apócrifos, Joaquín y Ana estuvieron más de veinte años sin tener hijos, hasta que un ángel se les apareció por separado y les anunció que Ana concebiría y que la niña sería la madre de Jesús. Posteriormente ambos se encontraron ante la Puerta Dorada de Jerusalén, donde se abrazaron alegremente y, a partir de aquel momento, Ana quedó embarazada sin concupiscencia[5], produciéndose en ese instante (según defendieron  los franciscanos) el primer acto redentor de Dios, lo que llevó a que la puerta dorada se comparara con la puerta cerrada (Ez 44, 1-2) que era símbolo de la virginidad de María.
Nacimiento de la Virgen

El siguiente episodio historiado es el Nacimiento de la Virgen, que aquí está representado en una escena de interior, donde, con Santa Ana al fondo recostada en el lecho, varias mujeres acaban de lavar y atender a la recién nacida María (que en este caso parece tener varios meses), con múltiples angelitos que sobrevuelan por toda la obra.
Presentación de la Virgen en el templo

Sigue luego el episodio de la Presentación de María en el Templo, sustituida o complementada en muchas ocasiones por el tema de la Educación de la Virgen, también inspirado en la Leyenda Dorada: la Virgen, cumplidos los tres años, fue llevada al templo con ofrendas, quedando allí para ser educada y consagrada al Señor. Lo que aquí no queda claro es si el pintor pretende representar esta escena o remitirse a la secuencia de la Presentación y Purificación respectivamente de María y Ana en el templo, escena no recogida en la Leyenda Dorada, pero perfectamente conocida para los cristianos a través del relato que realiza San Lucas (Lc 2, 22-24) de la Presentación de Jesús en el templo, lo que justificaría que Santa Ana porte dos tórtolas en las manos[6].
Desposorios de la Virgen

En la siguiente pintura se muestra el tema de los Desposorios de la Virgen María. Se ve a María y a José en primer plano con la mano cogida en el momento de contraer matrimonio en presencia del sacerdote y de dos acompañantes, una joven virgen amiga de María y un pretendiente fracasado. Como en todas las demás escenas del camarín, múltiples ángeles y angelotes sobrevuelan la escena entre rayos de luz y un cielo nuboso. De nuevo se recurre a la Leyenda Dorada para reproducir una secuencia en la que José fue elegido entre los distintos pretendientes gracias a una señal, el florecimiento milagroso de su vara[7]. A partir del siglo XVII es habitual que la escena se ubique en el interior del templo, siendo corriente que a María se la represente adolescente y a José de edad madura.
La Anunciación

A partir de este punto las pinturas son escenas canónicas que forman parte del ciclo de la Natividad de Cristo, pero en las que fue esencial el protagonismo de María. En primer lugar aparece la escena de la Anunciación (Lc 1, 26-38), en la que María, con un nimbo muy especial, está arrodillada mientras que el arcángel San Gabriel se dirige a ella desde lo alto, en una secuencia presidida por el Espíritu Santo en forma de paloma y en la que también se representan angelotes, pájaros y un jarrón con lirios blancos[8]. El tratamiento que Labarta hace del tema recoge sólo algunos de los detalles habituales utilizados durante muchos siglos por otros artistas, que recurren a numerosas simbologías y a datos extraídos de los apócrifos[9].
La Visitación

En la secuencia que sigue está pintado el tema de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel. María, que lleva un zurrón colgado del hombro (como referencia al viaje que acaba de realizar) se abraza a su prima Isabel en presencia de ángeles en la parte superior y con la escena anecdótica de una gallina y sus pollitos en la parte inferior. El tema, extraído del Evangelio de San Lucas (Lc 1, 39-56) es muy destacado y ha sido muchas veces reproducido en el arte cristiano, que en la época renacentista muestra a las dos primas dándose un abrazo formal y poco ideológico, como el aquí representado por el pintor Labarta. Esta escena (al igual que las que siguen en los demás muros) en múltiples ocasiones se ha relacionado con las epifanías de Cristo, ya que es el primer reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios, puesto que San Juan, tal como relata el evangelista, se alboroza en el vientre de su madre ante su presencia en el seno de María.
El Nacimiento de Jesús

La nueva escena es el Nacimiento de Jesús, en la que Labarta pinta a un ángel que entrega el Niño a la Virgen que se dispone a recogerlo para colocarlo en el pesebre, en presencia de San José y de otros muchos ángeles y angelotes; pero en este caso la escena está presidida por una gran estrella envuelta por un luminoso nimbo que lanza rayos de luz a su alrededor. El tema completo de la Natividad está relatado en el evangelio de San Lucas (Lc 2, 1-21), que no es suficientemente explícito, por lo que el arte lo ha enriquecido con múltiples aportaciones que en la mayoría de los casos tienen su origen en la Edad Media. En cuanto a lo aquí representado, el pesebre es una aportación del propio San Lucas, pero la forma del Nacimiento sigue lo explicado en el capítulo 45 de las Visiones de Santa Brígida[10], (también reflejada en la obra pintada por el cuatrocentista Piero della Francesca) que afirmaba que "cuando le llegó la hora María dobló las rodillas y comenzó a rezar…, estando así, nació súbitamente el niño".
Adoración de los pastores

A continuación se representa la escena de la Adoración de los pastores, que, dada la necesidad de adaptación al marco alargado, obliga al autor a la introducción de algunas variantes, como la ausencia de la secuencia central de los pastores ante el Niño, optando por representar a un séquito de adoradores que portan ofrendas a Jesús, con la ya repetida presencia de ángeles y angelotes y con una referencia al Anuncio del Nacimiento del Hijo de Dios por la presencia de un ángel gesticulante de mayor tamaño. Como en todos los casos, el entorno arquitectónico retrotrae a elementos clasicistas. El tema está extraído del evangelio de San Lucas (Lc 2, 8-20)[11], al que la tradición popular fue añadiendo los regalos que probablemente se inventarían por analogía a los citados en la Adoración de los Magos[12]. Desde una perspectiva iconológica el tema adquirió gran relevancia por ser el primer reconocimiento humano (si exceptuamos la ya comentada Visitación) a la divinidad de Jesucristo[13].
Adoración de los Magos

La última escena, presidida por una estrella, es la Adoración de los Magos, en la que se muestra a la Virgen con el Niño recibiendo los presentes entregados por los magos en presencia de los angelitos, dando a entender que el incienso ya ha sido vertido en un recipiente del que sale el humo. El tema es considerado plenamente epifánico y sobre él se han creado múltiples versiones que han modificado el sentido de lo descrito por San Mateo (Mt 2, 1-12), que hablaba de unos magos, pero no de reyes[14], ni de nombres[15], ni de un número (que se dedujo a partir de las ofrendas), ni de raza[16], pero sí de las ofrendas: oro, incienso y mirra[17].

Textos y fotografías: Manuel Siurana Roglán

NOTAS:
[1] Está previsto que esta capilla se dedique a honrar el recuerdo de los sacerdotes y seminaristas de Canet de Mar pertenecientes a la Congregación de Misioneros del Sagrado Corazón asesinados al principio de la Guerra Civil de 1936, cuya causa está en proceso de beatificación.
[2] El padre Salvador [SALVADOR, E. op. cit.] relata que  Don José Vicente “costeó los gastos de construcción y decorado del Camarín de la Santísima Virgen”.
[3] La introducción de las múltiples figuritas de ángeles en la parte superior de cada una de las escenas que decoran el camarín tiene un objetivo técnico que es compensar la desproporción del espacio pintado, que es excesivamente alto, lo que fuerza a decorar de alguna manera u otra la parte superior. A su vez sirven para conferir a las obras un sentido alegre y divino.
[4] La Inmaculada Concepción se refiere a la concepción de María en el vientre de su madre Ana, pues como la Virgen estaba elegida para ser el recipiente de la Encarnación de Cristo, ella misma debía estar también libre de pecado (de ahí su título de Purísima). Esta idea fue ganando terreno lentamente gracias a los teólogos españoles y el tema fue ampliamente difundido en el arte, aunque hasta el siglo XIX no se declaró artículo de fe. Por la obstinación de la Iglesia de España en lograr ese reconocimiento, el día de la festividad de la Inmaculada Concepción los sacerdotes de nuestro país utilizan el color azul cielo en las celebraciones eucarísticas.
[5] La devoción creciente a la advocación de la Inmaculada Concepción acabó por sustituir el tema aquí descrito.
[6] Según la ley judía, pasados cuarenta días de su nacimiento los neonatos y su madre debían acudir al templo, los primeros para ser presentados y las madres para ser purificadas, para lo que tenían que llevar dos tórtolas, aunque la tradición incorpora velas, como símbolo de la luz, dando lugar a la conversión en fiesta durante los primeros siglos del cristianismo que aún perdura en las celebraciones del día 2 de febrero (40 días después de la Navidad) con la fiesta de la Candelaria.
[7] José porta su vara en todas las pinturas del camarín, aunque sin florecer. En otras imágenes que hemos visto en este templo sí que aparece con la vara florida.
[8] Los lirios son símbolo de la pureza y también de la primavera, ya que la Anunciación se celebra el día 25 de marzo, nueve meses antes de la Navidad.
[9] En el Protoevangelio de Santiago se describe  que María se encuentra hilando la púrpura para el templo de Jerusalén y así es como la representa Leonardo da Vinci. Por su parte Fra Angélico la representa en contraste con la Expulsión del Paraíso, partiendo del texto del Evangelio armenio de la Infancia, 9, en el que se indica que cuando Eva vio la Anunciación exclamó Bendito seas Dios de Israel que me habéis rehabilitado de nuevo y levantado de mi caída y que me habéis reintegrado a mi antigua dignidad, contraponiéndose así la antigua EVA a la nueva AVE.
[10] Santa Brígida de Suecia (1302-1373) fue la fundadora de la Orden del Santísimo Salvador y es Patrona de Europa. Sus visiones tratan sobre temas muy diversos relacionadas con materias tan prosaicas como la limpieza hasta otros relacionados con temas evangélicos, como el de la Natividad.
[11] La representación artística del Anuncio a los pastores es muy antigua y ya la utilizaron los artistas bizantinos, pero la secuencia de la Adoración es relativamente moderna, porque no se conocen ejemplos anteriores al siglo XV.
[12] Es muy frecuente que, entre las figuras representadas, como en la obra pintada por Labarta, aparezca un pastor portando un cordero sobre los hombros, debido a su uso como prefiguración de la parábola del Buen Pastor.
[13] El arte cristiano ha querido plasmar de múltiples formas el tema genérico de las “epifanías previas”, de manera que la primera de ellas sería la Visitación (reconocimiento de Jesús antes de su nacimiento), la segunda sería  la presencia del buey y el asno dando calor en el pesebre (reconocimiento de Jesús por los animales) partiendo de la profecía de Isaías (Is 1, 3) y la tercera sería la Adoración de los pastores (reconocimiento por los humildes).
[14] En muchas obras bizantinas, como en San Apolinar de Rávena, se les representaba sin corona y con gorro frigio (oriental). La identificación de los magos con reyes es muy antigua y se debe al escritor cristiano Tertuliano, que hacia el año 200 les dio esa categoría, basándose en el salmo 72, que anuncia la llegada del rey prometido: “que los reyes de los pueblos lejanos le traigan presentes… que se postren ante él todos los reyes” (Sal 72, 10-11).
[15] Los nombres de los reyes, Melchor, Gaspar y Baltasar, aparecen por primera vez en el apócrifo Evangelio armenio de la infancia (5, 10), escrito en el siglo VI.
[16] En un primer momento, como en muchas obras románicas catalanas, a los reyes se les atribuyó la simbología de representar las tres edades del hombre, pero a finales de la Edad Media se optó por personificar en ellos las tres partes del mundo (Europa, Asia, África) en actitud de rendir homenaje a Jesús y por extensión de someter el poder temporal al poder espiritual.
[17] Los regalos ofrecidos por los magos adquirieron un sentido simbólico, ya que el oro representa el homenaje a la realeza de Jesús, el incienso es un homenaje a su divinidad y la mirra (que se utilizaba para embalsamar) significa una prefiguración de su muerte en la cruz.

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