UN CATECISMO PLÁSTICO. EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN. PARTE 13, ESTUDIO ICONOLÓGICO DEL CAMARÍN DE LA VIRGEN.
4. ESTUDIO ICONOLÓGICO DEL CAMARÍN DE LA
VIRGEN. Las pinturas
Desde las naves
laterales del templo, subiendo una escalinata, se puede acceder al camarín de
la Virgen y a dos pequeñas capillas situadas junto a él y sobre la sacristía de
la iglesia. El suelo y las paredes de las escalinatas y del camarín están
repletos de inscripciones devotas de quienes costearon su construcción, que se
realizó con posterioridad a 1943. Las capillas, dedicadas a Cristo y a la
Virgen, aún se concluyeron más tarde (la última en 1997).
Las vidrieras
Al final de las
escalinatas y frente al acceso a las capillas laterales del camarín se abrieron
otras tantas ventanas, que fueron decoradas con vidrieras de colores que
representan imágenes personificadas de los cuatro evangelistas, que en todos
los casos, en un enmarcamiento arquitectónico y sobre un fondo azul, visten con
túnica talar, manto y sandalias, portan un libro (por ser autores evangélicos)
y su cabeza está envuelta con un nimbo en el que figura su nombre escrito en
latín.
Al igual que con el
resto del camarín, para su construcción se recurrió a la ayuda de los fieles
devotos, quedando constancia de ello en las inscripciones de la parte inferior.
De ese modo la ventana situada al final de la escalera del lado derecho muestra
la imagen de San Mateo, sufragada por la Asociación de Nuestra Señora del
Sagrado Corazón de Valencia. Frente a la capilla de Cristo se muestra la
vidriera del apóstol San Marcos, sufragada por una devota que responde a las
siglas M.D.T., que de ese modo quería agradecer los favores de Nuestra Señora.
Frente a la capilla de la Virgen[1] se
sitúa la vidriera con la imagen de San Juan, donada por la señora Pérez
Rosales, en memoria de sus hijos Antonio y Miguel Espinós. Finalmente frente a
la escalera del lado izquierdo se abre la cuarta ventana con la imagen de San
Lucas, fruto de la donación de J.P. y M.G. en agradecimiento por la protección
de Nuestra Señora.
Las pinturas del camarín
El camarín[2]
ocupa el espacio central situado sobre la sacristía. Es una zona rectangular
con un rehundimiento en su parte central, que sirve para habilitar un espacio
para los fieles, que pueden ver la parte trasera de la imagen de Nuestra Señora
del Sagrado Corazón de Jesús, que está situada sobre un altar y cuya parte
frontal es visible desde el interior del templo, donde preside el ábside. Toda
la zona tiene un recio sabor clasicista dórico, con muros que, por su
quebramiento, recuerdan los interiores alabeados barrocos y en los que la parte
superior está decorada por un entablamento en cuyo friso figura la inscripción:
NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN ROGAD POR NOSOTROS.
Las pinturas realizadas
al fresco se distribuyen en todos los muros lisos que rodean el camarín,
sumando un total de 10 espacios de tamaño desigual, pero en todos los casos
bastante alargados. El autor de todas ellas fue Francisco Labarta, pero, según
se desprende de una inscripción, las realizó en 1960, bastantes años después de
haber acabado las pinturas del ábside y del Viacrucis.
Escudo del Sagrado Corazón |
Dado el protagonismo
que en esta zona tiene la Virgen María, para su decoración se optó por los
temas marianos con la idea de remarcar la Inmaculada Concepción y la Maternidad
Divina de María, utilizando para ello secuencias relacionadas con la vida de la
Virgen y el ciclo de la Natividad del Señor. Quedando todo ello presidido en la
zona central por una pintura de menor tamaño que muestra el escudo coronado de
Nuestra Señora del Sagrado Corazón (un corazón con una corona de espinas del
que salen llamas delimitado por las letras N y S) sostenido por dos ángeles
arrodillados.
María y José |
A ambos lados del tema
anterior se distribuyen sendas pinturas con las imágenes devocionales de la
Virgen María y San José y de San Joaquín y Santa Ana rodeadas de angelotes y
pájaros, mientras algunos ángeles les contemplan desde el cielo[3].
María va con túnica blanca y manto azul, remarcando su condición de Inmaculada,
a José se le representa relativamente joven y con un bastón patriarcal y
Joaquín y Ana muestran rasgos físicos de mayor edad.
Partiendo de las
pinturas descritas y siguiendo el sentido de las agujas del reloj se continua
la representación de las diversas escenas, las primeras de las cuales se
refieren directamente al ciclo mariano: el Nacimiento de la Virgen, la
Presentación de la Virgen y los Desposorios de la Virgen, para enlazar luego
con temas del ciclo de la Natividad del Señor, pero en los que el protagonismo
de María es básico: la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento de Jesús, el
Anuncio a los pastores y la Adoración de los Magos.
Los datos que aportan
los evangelios canónicos sobre María son fundamentales para entender su figura
histórica y su papel en el cristianismo y, aunque no son demasiados, sirven
para confirmar su presencia, en este caso ineludible, en el ciclo de la Natividad
y luego de modo puntual en algunas secuencias muy importantes de la vida
pública de Jesús (como en las Bodas de Caná), en su Pasión y Muerte e incluso
después de la Resurrección, en Pentecostés, con los matices que hemos indicado
en el correspondiente apartado. Los artistas han cubierto las lagunas canónicas
recurriendo habitualmente a la Leyenda Dorada (escrita en el siglo XIII), que a
su vez se inspiró en las ideas presentes en los evangelios apócrifos
(especialmente en el Protoevangelio de Santiago, el Pseudo Mateo y el Libro de
la Natividad).
San Joaquín y Santa Ana |
En el camarín no queda
claro si la imagen de San Joaquín y Santa Ana es una simple imagen de devoción,
igual que la de José y María, o bien representa el episodio de la milagrosa
Concepción de María[4],
que es considerada la primera escena del ciclo mariano. Siguiendo los
apócrifos, Joaquín y Ana estuvieron más de veinte años sin tener hijos, hasta
que un ángel se les apareció por separado y les anunció que Ana concebiría y
que la niña sería la madre de Jesús. Posteriormente ambos se encontraron ante
la Puerta Dorada de Jerusalén, donde se abrazaron alegremente y, a partir de
aquel momento, Ana quedó embarazada sin concupiscencia[5],
produciéndose en ese instante (según defendieron los franciscanos) el primer acto redentor de
Dios, lo que llevó a que la puerta dorada se comparara con la puerta cerrada
(Ez 44, 1-2) que era símbolo de la virginidad de María.
Nacimiento de la Virgen |
El siguiente episodio
historiado es el Nacimiento de la Virgen, que aquí está representado en una
escena de interior, donde, con Santa Ana al fondo recostada en el lecho, varias
mujeres acaban de lavar y atender a la recién nacida María (que en este caso
parece tener varios meses), con múltiples angelitos que sobrevuelan por toda la
obra.
Presentación de la Virgen en el templo |
Sigue luego el episodio
de la Presentación de María en el Templo, sustituida o complementada en muchas
ocasiones por el tema de la Educación de la Virgen, también inspirado en la
Leyenda Dorada: la Virgen, cumplidos los tres años, fue llevada al templo con
ofrendas, quedando allí para ser educada y consagrada al Señor. Lo que aquí no
queda claro es si el pintor pretende representar esta escena o remitirse a la
secuencia de la Presentación y Purificación respectivamente de María y Ana en
el templo, escena no recogida en la Leyenda Dorada, pero perfectamente conocida
para los cristianos a través del relato que realiza San Lucas (Lc 2, 22-24) de
la Presentación de Jesús en el templo, lo que justificaría que Santa Ana porte
dos tórtolas en las manos[6].
Desposorios de la Virgen |
En la siguiente pintura
se muestra el tema de los Desposorios de la Virgen María. Se ve a María y a
José en primer plano con la mano cogida en el momento de contraer matrimonio en
presencia del sacerdote y de dos acompañantes, una joven virgen amiga de María
y un pretendiente fracasado. Como en todas las demás escenas del camarín,
múltiples ángeles y angelotes sobrevuelan la escena entre rayos de luz y un
cielo nuboso. De nuevo se recurre a la Leyenda Dorada para reproducir una
secuencia en la que José fue elegido entre los distintos pretendientes gracias
a una señal, el florecimiento milagroso de su vara[7]. A
partir del siglo XVII es habitual que la escena se ubique en el interior del
templo, siendo corriente que a María se la represente adolescente y a José de
edad madura.
La Anunciación |
A partir de este punto
las pinturas son escenas canónicas que forman parte del ciclo de la Natividad
de Cristo, pero en las que fue esencial el protagonismo de María. En primer
lugar aparece la escena de la Anunciación (Lc 1, 26-38), en la que María, con
un nimbo muy especial, está arrodillada mientras que el arcángel San Gabriel se
dirige a ella desde lo alto, en una secuencia presidida por el Espíritu Santo
en forma de paloma y en la que también se representan angelotes, pájaros y un
jarrón con lirios blancos[8].
El tratamiento que Labarta hace del tema recoge sólo algunos de los detalles
habituales utilizados durante muchos siglos por otros artistas, que recurren a
numerosas simbologías y a datos extraídos de los apócrifos[9].
La Visitación |
En la secuencia que
sigue está pintado el tema de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa
Isabel. María, que lleva un zurrón colgado del hombro (como referencia al viaje
que acaba de realizar) se abraza a su prima Isabel en presencia de ángeles en
la parte superior y con la escena anecdótica de una gallina y sus pollitos en
la parte inferior. El tema, extraído del Evangelio de San Lucas (Lc 1, 39-56)
es muy destacado y ha sido muchas veces reproducido en el arte cristiano, que
en la época renacentista muestra a las dos primas dándose un abrazo formal y
poco ideológico, como el aquí representado por el pintor Labarta. Esta escena
(al igual que las que siguen en los demás muros) en múltiples ocasiones se ha
relacionado con las epifanías de Cristo, ya que es el primer reconocimiento de
Jesús como Hijo de Dios, puesto que San Juan, tal como relata el evangelista,
se alboroza en el vientre de su madre ante su presencia en el seno de María.
El Nacimiento de Jesús |
La nueva escena es el
Nacimiento de Jesús, en la que Labarta pinta a un ángel que entrega el Niño a
la Virgen que se dispone a recogerlo para colocarlo en el pesebre, en presencia
de San José y de otros muchos ángeles y angelotes; pero en este caso la escena
está presidida por una gran estrella envuelta por un luminoso nimbo que lanza
rayos de luz a su alrededor. El tema completo de la Natividad está relatado en
el evangelio de San Lucas (Lc 2, 1-21), que no es suficientemente explícito,
por lo que el arte lo ha enriquecido con múltiples aportaciones que en la
mayoría de los casos tienen su origen en la Edad Media. En cuanto a lo aquí
representado, el pesebre es una aportación del propio San Lucas, pero la forma
del Nacimiento sigue lo explicado en el capítulo 45 de las Visiones de Santa
Brígida[10],
(también reflejada en la obra pintada por el cuatrocentista Piero della
Francesca) que afirmaba que "cuando
le llegó la hora María dobló las rodillas y comenzó a rezar…, estando así,
nació súbitamente el niño".
Adoración de los pastores |
A continuación se
representa la escena de la Adoración de los pastores, que, dada la necesidad de
adaptación al marco alargado, obliga al autor a la introducción de algunas
variantes, como la ausencia de la secuencia central de los pastores ante el
Niño, optando por representar a un séquito de adoradores que portan ofrendas a
Jesús, con la ya repetida presencia de ángeles y angelotes y con una referencia
al Anuncio del Nacimiento del Hijo de Dios por la presencia de un ángel
gesticulante de mayor tamaño. Como en todos los casos, el entorno
arquitectónico retrotrae a elementos clasicistas. El tema está extraído del evangelio
de San Lucas (Lc 2, 8-20)[11],
al que la tradición popular fue añadiendo los regalos que probablemente se
inventarían por analogía a los citados en la Adoración de los Magos[12].
Desde una perspectiva iconológica el tema adquirió gran relevancia por ser el primer
reconocimiento humano (si exceptuamos la ya comentada Visitación) a la
divinidad de Jesucristo[13].
Adoración de los Magos |
La última escena,
presidida por una estrella, es la Adoración de los Magos, en la que se muestra
a la Virgen con el Niño recibiendo los presentes entregados por los magos en
presencia de los angelitos, dando a entender que el incienso ya ha sido vertido
en un recipiente del que sale el humo. El tema es considerado plenamente
epifánico y sobre él se han creado múltiples versiones que han modificado el
sentido de lo descrito por San Mateo (Mt 2, 1-12), que hablaba de unos magos,
pero no de reyes[14],
ni de nombres[15],
ni de un número (que se dedujo a partir de las ofrendas), ni de raza[16],
pero sí de las ofrendas: oro, incienso y mirra[17].
Textos y fotografías: Manuel Siurana Roglán
NOTAS:
[1] Está previsto que esta capilla se dedique a honrar el
recuerdo de los sacerdotes y seminaristas de Canet de Mar pertenecientes a la
Congregación de Misioneros del Sagrado Corazón asesinados al principio de la
Guerra Civil de 1936, cuya causa está en proceso de beatificación.
[2] El padre Salvador [SALVADOR, E. op. cit.] relata que Don
José Vicente “costeó los gastos de
construcción y decorado del Camarín de la Santísima Virgen”.
[3] La introducción de las múltiples figuritas de ángeles
en la parte superior de cada una de las escenas que decoran el camarín tiene un
objetivo técnico que es compensar la desproporción del espacio pintado, que es
excesivamente alto, lo que fuerza a decorar de alguna manera u otra la parte
superior. A su vez sirven para conferir a las obras un sentido alegre y divino.
[4] La Inmaculada Concepción se refiere a la concepción
de María en el vientre de su madre Ana, pues como la Virgen estaba elegida para
ser el recipiente de la Encarnación de Cristo, ella misma debía estar también
libre de pecado (de ahí su título de Purísima). Esta idea fue ganando terreno
lentamente gracias a los teólogos españoles y el tema fue ampliamente difundido
en el arte, aunque hasta el siglo XIX no se declaró artículo de fe. Por la
obstinación de la Iglesia de España en lograr ese reconocimiento, el día de la
festividad de la Inmaculada Concepción los sacerdotes de nuestro país utilizan
el color azul cielo en las celebraciones eucarísticas.
[5] La devoción creciente a la advocación de la
Inmaculada Concepción acabó por sustituir el tema aquí descrito.
[6] Según la ley judía, pasados cuarenta días de su
nacimiento los neonatos y su madre debían acudir al templo, los primeros para
ser presentados y las madres para ser purificadas, para lo que tenían que
llevar dos tórtolas, aunque la tradición incorpora velas, como símbolo de la
luz, dando lugar a la conversión en fiesta durante los primeros siglos del
cristianismo que aún perdura en las celebraciones del día 2 de febrero (40 días
después de la Navidad) con la fiesta de la Candelaria.
[7] José porta su vara en todas las pinturas del camarín,
aunque sin florecer. En otras imágenes que hemos visto en este templo sí que
aparece con la vara florida.
[8] Los lirios son símbolo de la pureza y también de la
primavera, ya que la Anunciación se celebra el día 25 de marzo, nueve meses
antes de la Navidad.
[9] En el Protoevangelio de Santiago se describe que María se encuentra hilando la púrpura
para el templo de Jerusalén y así es como la representa Leonardo da Vinci. Por
su parte Fra Angélico la representa en contraste con la Expulsión del Paraíso,
partiendo del texto del Evangelio armenio de la Infancia, 9, en el que se
indica que cuando Eva vio la Anunciación exclamó Bendito seas Dios de Israel que me habéis rehabilitado de nuevo y
levantado de mi caída y que me habéis reintegrado a mi antigua dignidad,
contraponiéndose así la antigua EVA a la nueva AVE.
[10] Santa Brígida de Suecia (1302-1373) fue la fundadora
de la Orden del Santísimo Salvador y es Patrona de Europa. Sus visiones tratan
sobre temas muy diversos relacionadas con materias tan prosaicas como la
limpieza hasta otros relacionados con temas evangélicos, como el de la
Natividad.
[11] La representación artística del Anuncio a los
pastores es muy antigua y ya la utilizaron los artistas bizantinos, pero la
secuencia de la Adoración es relativamente moderna, porque no se conocen
ejemplos anteriores al siglo XV.
[12] Es muy frecuente que, entre las figuras
representadas, como en la obra pintada por Labarta, aparezca un pastor portando
un cordero sobre los hombros, debido a su uso como prefiguración de la parábola
del Buen Pastor.
[13] El arte cristiano ha querido plasmar de múltiples
formas el tema genérico de las “epifanías previas”, de manera que la primera de
ellas sería la Visitación (reconocimiento de Jesús antes de su nacimiento), la
segunda sería la presencia del buey y el
asno dando calor en el pesebre (reconocimiento de Jesús por los animales)
partiendo de la profecía de Isaías (Is 1, 3) y la tercera sería la Adoración de
los pastores (reconocimiento por los humildes).
[14] En muchas obras bizantinas, como en San Apolinar de
Rávena, se les representaba sin corona y con gorro frigio (oriental). La
identificación de los magos con reyes es muy antigua y se debe al escritor
cristiano Tertuliano, que hacia el año 200 les dio esa categoría, basándose en
el salmo 72, que anuncia la llegada del rey prometido: “que los reyes de los pueblos lejanos le traigan presentes… que se
postren ante él todos los reyes” (Sal 72, 10-11).
[15] Los nombres de los reyes, Melchor, Gaspar y Baltasar,
aparecen por primera vez en el apócrifo Evangelio armenio de la infancia (5,
10), escrito en el siglo VI.
[16] En un primer momento, como en muchas obras románicas
catalanas, a los reyes se les atribuyó la simbología de representar las tres
edades del hombre, pero a finales de la Edad Media se optó por personificar en
ellos las tres partes del mundo (Europa, Asia, África) en actitud de rendir
homenaje a Jesús y por extensión de someter el poder temporal al poder
espiritual.
[17] Los regalos ofrecidos por los magos adquirieron un
sentido simbólico, ya que el oro representa el homenaje a la realeza de Jesús,
el incienso es un homenaje a su divinidad y la mirra (que se utilizaba para
embalsamar) significa una prefiguración de su muerte en la cruz.
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