ARTÍCULOS DE MANUEL SIURANA

En este blog se recogen diversos artículos que han sido publicados por Manuel Siurana.

Saturday, February 02, 2013

UN CATECISMO PLÁSTICO. EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN. PARTE 9, Estudio iconológico de las naves. El apostolado y los evangelistas.


La iconografía de la nave central se limita a los muros frontales y laterales superiores y a la cubierta interior. En tanto que en las naves laterales la decoración figurada es más abundante, ya que coexisten las pinturas de las diversas estaciones del Vía Crucis, con otras pinturas de temática mariana, a las que hay que sumar las imágenes y relieves que ornamentan los altares.

EL APOSTOLADO Y LOS EVANGELISTAS

La decoración de la nave central deja de lado la temática mariana para centrarse en otra mucho más genérica, que pretende incidir en las figuras básicas del cristianismo, como son los apóstoles y los evangelistas.

Los primeros fueron pintados por Labarta al fresco sobre el muro, tal como suele ser corriente en muchos templos[1]; están dispuestos en el claristorio o muros laterales de la nave central (ocupando unas dimensiones de 5,93 por 26,90 metros a cada lado), situados sobre el entablamento por encima de la altura máxima de las naves laterales, en los cinco espacios ubicados entre las seis ventanas (que permiten la entrada de luz), ocupando cada uno de ellos 2,26 x 4,54 metros, de los que la parte externa muestra un enmarcamiento de color rojo. El primer inconveniente con el que toparon para la distribución del apostolado fue que tan sólo había diez plafones para decorar, lo que se solventó emparejando a dos apóstoles en el central de cada lado, quedando distribuidos de la siguiente manera: en el lado de la Epístola, desde la cabecera a los pies se representa a SANCTUS ANDREAS (Andrés), SANCTUS JACOBUS MINOR (Santiago el Menor), SANCTUS PETRUS + SANCTUS JOANNES (Pedro y Juan juntos), SANCTUS THOMAS (Tomás) y SANCTUS MATTHIAS (Matías); en el lado del Evangelio, también comenzando por la cabecera, se muestra a SANCTUS PHILIPUS (Felipe), SANCTUS JACOBUS MAIOR (Santiago el Mayor), SANCTUS MATTHAEUS + SCTUS BARTHOLOMAEUS (Mateo y Bartolomé juntos),  SANCTUS JUDAS THADDAEUS (Judas Tadeo) y SANCTUS SIMON (Simón).
Uno de los apóstoles de la nave: Santiago el Mayor

Todos los apóstoles aparecen de pie, con un nimbo envolviendo sus cabezas y sin atributos que les hagan reconocibles (de manera aleatoria pueden sostener algún libro en las manos), en actitudes naturales nada rígidas, vestidos con túnicas y, algunos, cubiertos con mantos de diversos colores y tonalidades y con un entorno diluido en el que apenas si se insinúa el paisaje. En todos los casos, en la parte superior se indica su nombre en latín y en la mayoría de ellos el autor no tuvo en cuenta sus características físicas habitualmente utilizadas en la iconografía. A San Andrés se le muestra envejecido con larga barba y pelo blancos, vestido con túnica, con un libro y con la mano derecha bendiciendo. Santiago el Menor no porta ningún atributo, va cubierto con un manto y se le muestra relativamente joven y con barba. San Pedro y San Juan aparecen juntos de perfil, cubiertos con túnica, el primero en segundo plano, de avanzada edad y el segundo, en primer plano, joven y apasionado. A Santo Tomás se le muestra calvo y con barba blanca (lo que no es habitual en la iconografía de este santo). A San Matías[2] se le representa de perfil, con pelo y barba blancos y con un libro en la mano. A San Simón se le pinta pensativo, con manto, joven, con barba y de perfil. San Judas Tadeo está de frente, cubierto con un manto, con pelo y barba castaños. San Mateo y San Bartolomé llevan manto, el primero de ellos en segundo plano es representado joven y sin barba, mientras que el segundo lleva pelo y barba negros. Santiago el Mayor porta un manto sobre la túnica y un libro, está de perfil y se le representa medio calvo y con barba blanca. San Felipe está representado frontalmente, joven, con túnica y con un libro en su mano.

En los ángulos que forman los arcos que separan la nave central del presbiterio y del tramo del hastial se representan cuatro medallones esculpidos en yeso y rodeados de filigranas, que muestran las figuras del Tetramorfo. En el arco de la cabecera, al lado del Evangelio, se ve la figura del hombre y en el de la Epístola la figura del águila; mientras que en el arco de los pies, al lado del Evangelio, está la figura del toro y en el de la Epístola la del león. En todos los casos la representación es idéntica y consiste en el símbolo alado y coronado correspondiente con un gran libro abierto en la zona central.

Medallones del Tetramorfo: León y Hombre

El Tetramorfo (las cuatro formas) es la simbolización habitual de los evangelistas, que ha sido utilizada por los pintores y escultores de todos los estilos artísticos desde la Edad Media hasta nuestros días. El tema tiene su origen en los escritos del profeta Ezequiel que relató su visión de la gloria del Señor[3] y en el Apocalipsis, donde se escribe lo que va a suceder al final de los tiempos[4]. La correlación entre los cuatros evangelistas y el Tetramorfos nació en el arte bizantino. De esa manera San Mateo estaría representado por un hombre, puesto que su evangelio comienza con el árbol genealógico de Cristo. San Marcos tendría como símbolo el león, porque su evangelio comienza con la voz que grita en el desierto, en alusión a ese animal. San Lucas sería el toro, porque su evangelio se inicia con el relato del sacrificio de Zacarías. Y por último, el águila sería el símbolo de San Juan, por tratarse del ave que más se eleva hacia el cielo, igual que su evangelio, que ofrece la visión más próxima de Dios. Pero el significado de estos símbolos adquiere a su vez una relación directa con los ciclos de Cristo, ya que el hombre (San Mateo) simboliza la Encarnación, el toro (San Lucas) es la Pasión y Muerte, el león (San Marcos) representa la Resurrección[5] y el águila (San Juan), como no podía ser de otra manera, simboliza la Ascensión. Por lo tanto la representación del Tetramorfo cumple dos objetivos básicos como son situar en un lugar preferente del templo a los apóstoles y evangelistas, base de la construcción de la Iglesia y, a su vez, recordar los cuatro ciclos de la vida de Cristo, compendiando todo el ciclo litúrgico.

En las esquinas superiores del interior del arco de separación entre el presbiterio y la nave, por la parte de la cabecera, también se representan otros dos medallones, similares a los de la nave central, pero que en este caso muestran las figuras de dos ángeles dorados.
Artesonado de la nave central

Toda la cubierta interior de la nave central está decorada con casetones esculpidos en placas de yeso, simulando los que antiguamente se realizaban en madera.  Ocupan unas dimensiones de 26,90 por 10,11 metros. Dichos casetones muestran decoración geométrica en la que se alternan los colores dorado y azul. Pero en el centro de la nave, ocupando el lugar de seis casetones, se representan una gran placa rectangular de 2,56 por 4,06 metros que reproduce la figura del Cordero Pascual dentro de un gran medallón central, rodeado de decoración afiligranada y delimitado en la parte superior e inferior por sendas leyendas complementarias: ECCE AGNUS DEI – ECCE QUI TOLLIT PECCATA MUNDI (He aquí el Cordero de Dios – he aquí el que quita el pecado del mundo). El Cordero es el Salvador[6] y, como tal, está representado con un inmenso y radiante nimbo en su cabeza, que gira hacia atrás sujetando entre ella y una de sus patas delanteras una cruz con un estandarte que es el de la Resurrección[7].
Medallón con el Cordero de Dios

El origen del tema del Cordero Pascual se encuentra en el sacrificio que los judíos realizaban el día de la Pascua en recuerdo de su Huida de Egipto[8]. Este tema lo hizo suyo el cristianismo cuando Jesús se equiparó al pan bajado del Cielo (Jn 6, 48-59), que debía comerse para conseguir la salvación, cuando el Bautista definió a Cristo como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29) y cuando San Pablo (1 Cor 5, 7) dijo “alejad la vieja levadura… porque nuestra Pascua, Cristo, ya ha sido inmolada”. De lo que se acabó deduciendo que Cristo es el Cordero que se inmola en la Pascua y el pan bajado del cielo. De ahí la figuración del Cordero Pascual, equiparado a Jesucristo, que muere, como sacrificio por los hombres, en la cruz y al que luego se recibe, como pan, en la Eucaristía. De ese modo el gran medallón que preside la nave del templo, donde se distribuyen los fieles que asisten a la Santa Misa, invita a la Salvación y a la Comunión a través de la Sagrada Eucaristía.
Texto y fotografías de Manuel Siurana Roglán

NOTAS:
[1] Esta tendencia se debe a la idea de establecer una gradación simbólica entre los fieles (que están en la nave), los apóstoles que se sitúan en la parte alta del templo, y Dios que se encuentra en el Cielo, que en este caso queda simbolizado por la imagen del Cordero Pascual del artesonado.


[2] La iconografía cristiana mantuvo la costumbre de representar a los doce apóstoles, a pesar de la traición de Judas Iscariote, que en muchas ocasiones (especialmente en las portadas de las iglesias y retablos) fue sustituido por San Pablo y en otras por San Matías que fue escogido por los once apóstoles para sustituir al traidor (Hch 1, 21-26): “… Que otro ocupe su cargo… presentaron a dos: a José, apellidado Barsabás y a Matías… Echaron suertes, y le tocó a Matías; y quedó asociado al grupo de los once apóstoles”.


[3] Ezequiel cita que vio “la figura de cuatro seres…, que parecían hombres…, pero que cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas… y manos humanas… Su cabeza por delante tenía aspecto humano, por la derecha de león, por la izquierda de toro y por detrás de águila” (Ez 1, 5-14).


[4] El libro del Apocalipsis describe que “alrededor del trono de Dios había cuatro seres vivientes… el primero era como un león; el segundo como un toro; el tercero tenía el rostro semejante al de un hombre, y el cuarto se parecía a un águila… Cada uno de ellos tenía seis alas” (Ap 4, 6-8).


[5] El león durante la baja Edad Media fue utilizado como símbolo de la Resurrección, porque según los bestiarios medievales (que eran habitualmente utilizados por los artistas), sus cachorros al nacer permanecían tres días muertos, hasta que el padre los traía a la vida con su aliento.


[6] La Seo de Zaragoza es la catedral del Salvador y su emblema es el Cordero de Dios.


[7] El cristianismo, tras el sueño de Constantino la noche anterior a la batalla del puente Milvio (relatada por San Eusebio), adoptó el estandarte con una cruz roja sobre él como símbolo de la Resurrección de Cristo y, por lo tanto, de la victoria sobre la muerte.


[8] Cuando Yahvé anunció a Moisés que iba a lanzar la décima plaga sobre Egipto, entre otras cosas, le señaló que cada familia hebrea debía sacrificar un cordero para celebrar la Pascua, que coincidía con la primera luna llena de primavera, antigua fiesta agraria, celebrada en el mes de Nisán, que marcaba el inicio de la siega. Así lo hicieron los judíos y el ángel exterminador pasó de largo por sus casas, matando únicamente a los primogénitos egipcios. Como consecuencia de ello, el faraón permitió la salida del pueblo hebreo, que pudo alcanzar la libertad. Éste es el motivo por el que cada año los judíos celebraban con gran solemnidad la Pascua, igual que lo hizo Jesucristo en su Última Cena. Siendo la superposición de esta fiesta cristiana sobre la otra judía que afecta al calendario lunar, lo que provoca la alteración anual en nuestro calendario solar de las celebraciones de la Semana Santa y del ciclo pascual.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home