ARTÍCULOS DE MANUEL SIURANA

En este blog se recogen diversos artículos que han sido publicados por Manuel Siurana.

Monday, March 19, 2007

EL AYUNTAMIENTO RENACENTISTA DE VALDERROBRES, POR MANUEL SIURANA ROGLÁN

LA CASA CONSISTORIAL
Uno de los grandes momentos artísticos de estas tierras lo encontramos en el renacimiento y afecta básicamente a la arquitectura civil, puesto que los templos ya estaban construidos y en buen estado. Es en el último cuarto del siglo XVI cuando, en el plazo de unos treinta años, se pueden situar una serie de edificios, principalmente ayuntamientos, que conforman uno de los alicientes artísticos comarcales. Y como ha demostrado Concepción Lomba, a través de sus estudios (4), en este caso, la construcción del edificio del ayuntamiento de Alcañiz, concluido en 1570, actuó como elemento dinamizador tanto en su propia comarca, Torrecilla, Codoñera, Castelserás, Calanda o Belmonte como en las tierras del Matarraña e incluso en la Terra Alta (Arnes y Horta de San Juan). En este caso Alcañiz posiblemente se benefició de la mediación del foco humanista local (5) y emigrado a Italia (Bernardino Gómez Miedes, Palmireno, Sobrarías), que a buen seguro hicieron mucho por la eclosión de este estilo manierista, tan en conjunción con la cultura que practicaban.
En nuestra comarca permanecen en pie estos edificios en casi todos los pueblos, pero son especialmente relevantes los de Torre del Compte (en 1574) y La Fresneda (en 1576), probablemente realizadas por el mismo autor; Ráfales (en 1589), Monroyo (1594), Valderrobres (en 1599; la más directamente influida por el modelo alcañizano), Mazaleón (de esta época pero con aportaciones del XVIII) y Calaceite (construida un poco más tarde que las demás, terminada en 1613).
Estos edificios surgieron como una forma de afianzar el poder de los Concejos frente al poder externo de la Orden de Calatrava o del Arzobispado Cesaraugustano. Se caracterizan por ser edificios de cantería, por lo general de tres plantas separadas en las fachadas por medio de impostas, con diferentes vanos enmarcados por columnas y arquitrabes y con decoración a base de ovas, dardos, triglifos y metopas. En las plantas bajas se situaron las cárceles y se abrieron las lonjas, resaltando especialmente la de Valderrobres porque ocupa dos fachadas. En la planta noble se situaban las dependencias municipales: alcaldía, salón, oficinas y archivo, abiertas hacia el exterior a través de grandes ventanas o balcones. La planta superior quedaba formada con la típica galería aragonesa, a base de la sucesión de vanos de medio punto, como puede verse en el mismo castillo de nuestro pueblo o en muchas casas solariegas de todo el reino de Aragón, como por ejemplo en la Fonda de la Plaza. Quedando todo el conjunto rematado por aleros muy salientes de piedra, madera o incluso ladrillo.

La Casa Consistorial de Valderrobres es el principal edificio de la plaza y uno de los más emblemáticos de la localidad. Fue construido a finales del siglo XVI, siendo alcalde Gaspar Falgás, por un grupo de picapedreros, entre los que había varios franceses (Esteban Pagés, Gaspar Pagés y Juan Plancha), además de otros aragoneses, como Francisco Comba, Antonio Guillén, Jerónimo Guardia o Pedro Sol, que posiblemente trabajaron bajo la dirección del maestro francés Antonio de Champanach. Como ya hemos dicho, la obra recibe una evidente influencia del Ayuntamiento de Alcañiz, verdadero difusor del estilo en la comarca, y más próximamente de su homónima de Torre del Compte, debiendo incluirse en el amplio foco manierista que se difundió por los diversos pueblos del Bajo Aragón histórico.
Se trata de una construcción sobria, de cantería finamente labrada, de planta casi cuadrada, arquitrabada, adosada en uno de sus lados, pero con tres fachadas visibles, de las que la trasera tiene menor interés artístico.
La fachada principal es la que da a la Plaza Mayor y queda dividida en tres plantas separadas por sendas líneas de impostas molduradas y ligeramente voladas. A la planta baja se abre un gran arco que sirve para acceder a la lonja, que dota al edificio de una funcionalidad comercial, que se ha de sumar a la administrativa que le es propia y a la judicial que también tuvo. La planta principal presenta dos balcones unidos y una ventana, que están enmarcados por sendas pilastras dóricas, con basa y cuyo fuste muestra cinco acanaladuras; entre los capiteles se simula un arquitrabe con franjas que se sobresalen y un friso liso, sobre el que se asienta un frontón triangular con pináculos en cada uno de sus vértices. Los tres vanos no son equidistantes, puesto que los balcones se acercan entre sí enmarcando el arco del porche. Entre los frontones de los balcones se colocó el escudo de la villa (un roble), bajo el que posteriormente se situó un reloj. El espacio, más amplio entre el balcón y la ventana fue aprovechado para pintar un emblema político del que hablaremos más adelante. En la planta superior, apoyados directamente sobre la imposta corren ocho arcos de medio punto que forman la típica galería aragonesa y que en su arranque cortan otra línea de impostas secundaria. Culminando la fachada hay un amplio voladizo de madera en cuyo ángulo vertical se reproduce un friso de bucráneos y rosetas, mientras que en su parte horizontal muestra elementos vegetales, entre los que cuelgan unas enormes piñas.
La fachada oriental ofrece una distribución similar a la principal, pero con importantes variaciones formales. En primer lugar, en la planta baja se abren tres arcadas de medio punto, pero de menor tamaño que la que se abre a la plaza, desde las que se accede a la lonja, salvando el creciente desnivel hacia el puente. Dichas arcadas, a su vez, están separadas por gruesos pilares que por su parte exterior se decoran con pilastras lisas rematadas por pináculos. La planta principal, separada de la inferior y de la superior por la prolongación de las impostas de la fachada anterior, muestra tres ventanas equidistantes, centradas sobre cada uno de los arcos, de las que la central adquiere mayor relevancia al recibir un tratamiento similar a los vanos de la fachada de la plaza. La planta superior y el alero siguen el mismo tratamiento que en la precedente, repitiéndose las ocho ventanas en forma de galería.
La fachada meridional da al río y extramuros, por lo que en ella se prescindió de algunos elementos ornamentales que aparecen en las otras dos. A pesar de ello, mantiene la división en tres plantas, separadas por impostas de menor interés decorativo. La planta baja presenta vanos rectangulares a diversas alturas, ya que en su lado izquierdo tiene las aperturas correspondientes al semisótano y a una entreplanta, mientras que en su lado derecho se abren dos ventanas que sirven para iluminar el interior de la lonja. En la planta principal se distribuyen tres sencillas ventanas, que se alinean con las de la planta baja, en detrimento de su equidistancia. Finalmente en la planta superior se vuelven a repetir las ocho ventanas de la galería, faltando aquí el impresionante voladizo de madera, aunque es posible que existiera primitivamente.
La distribución interior de este edificio ha sufrido diversas modificaciones propias del uso continuado al que se sometió desde su finalización en 1599 hasta la actualidad. En la planta subterránea, casi al nivel del río, se situaron los calabozos (“la Cubeta”) y en la planta baja, además de la lonja, desde la que se accede al interior del edificio, hubo almacenes y se llegó a practicar una entrada por la calle la Paz, instalándose allí la taberna del “Groguet” y posteriormente el despacho del sereno y de “los medidores”, que tenían arrendado el control de los pesos y medidas, entre quienes estuvieron Segundo Vallés y Bernardo Carrera, siendo
el último en desempeñar tal función el tío Marieto. En la entreplanta actualmente están las oficinas municipales. La planta principal fue modificada entre los años 1926 y 1927 para instalar un salón de sesiones (del que se conserva un zócalo estucado y baldosas estrelladas), la secretaría y los despachos del alcalde y del secretario, completando las modificaciones en 1930 con la apertura de una sala de audiencia, una secretaría y una sala de espera para el Juzgado de Primera Instancia. La planta superior, hasta la creación del partido judicial en el siglo XIX, fue utilizada como granero, pero a partir de entonces se transformó en cárcel del partido, sirviendo actualmente como archivo municipal. El aspecto que hoy en día ofrece la obra es fruto de la restauración externa llevada a cabo en varias fases a partir del año 1974, siguiendo el proyecto del arquitecto Rafael Mélida y de las obras de acondicionamiento interno terminadas en 1991.
Anteriormente en 1924 este edificio captó la atención de los creadores del Pueblo Español de Barcelona, que primero lo seleccionaron y luego lo eligieron para presidir la plaza principal de dicho lugar, destinado a albergar algunos de los monumentos más emblemáticos de España, con motivo de la celebración de la Exposición Universal de Barcelona de 1929.

EL EMBLEMA CONSTITUCIONAL
A los valderrobrenses del siglo XX siempre les llamó la atención el emblema que aparece en la fachada del Ayuntamiento, especialmente visible desde las restauraciones. Dicho emblema es un importante documento histórico, por lo insólito y por su referencia a un momento muy concreto de la historia de España, como ahora veremos.
En 1847, siendo alcalde de Valderrobres Joaquín Crespo, posiblemente el pintor Jerónimo Palau, recibió el encargo de decorar parte de la fachada del Ayuntamiento con una pintura emblemática de alto contenido simbólico, muy ajustado a las directrices políticas del partido puritano (6) que gobernó España entre los años 1846 y 1847 y al que con seguridad pertenecería el citado alcalde.
La composición pictórica la preside una mujer recostada y alada, que, en este caso concreto, simboliza la paz, sobre la que corre un emblema con las palabras “paz, unión, libertad”. La mujer sostiene con sus manos un telón que deja al descubierto un fondo decorado, que está enmarcado por guirnaldas y cortinajes, quedando en la parte inferior representadas tres banderas a cada lado. El espacio central, que fue modificado al menos en dos ocasiones, mostraba dos edificios entre los que discurre una calle, precedida por barandas de piedra, que simulan un puente. Ligeramente por encima y más hacia el exterior de estas construcciones sendos leones rampantes sostenían el letrero de “Plaza de la Constitución”.
Técnicamente la pintura denota un cierto virtuosismo en el dominio del dibujo, pero no resuelve satisfactoriamente los problemas espaciales y volumétricos, sin que tampoco adquiera relevancia el color al tratarse de una obra con una gama excesivamente reducida. Por lo que podemos concluir que el autor fue un pintor segundón en una época en la que tampoco fueron excesivamente brillantes los destacados.
Desde un punto de vista simbólico parece evidente el intento por parte del autor de reproducir a su manera la entrada o la salida de la localidad por el puente. Los leones tienen la función de enmarcar y dar realce el letrero, siendo simbólicamente lo más destacado la figura que personifica la paz y el emblema superior, que es toda una proclamación de intenciones. Paz: la que después de la guerra carlista, tan dura en Valderrobres, intentó consolidar el partido puritano. Unión: la de los liberales, que dicho partido pretendía conseguir entre moderados y progresistas. Libertad: objetivo básico de un partido de talante liberal. Por lo que no ha de extrañar que ese mismo año algunas calles y la propia plaza fueran rebautizadas. Así pues la calle Llana (carrer Pla), siempre llamada así hasta entonces, pasó a denominarse calle de la Paz; la calle del Carmen se transformó durante unos años en calle de la Unión; la calle del Medio pasó a ser de la Libertad y la hasta ese momento siempre llamada Plaza Mayor pasó a llamarse Plaza de la Constitución.

El ESCUDO DE LA FACHADA
El escudo situado en el lateral de la fachada principal del Ayuntamiento muestra algunas peculiaridades que le convierten en uno de los elementos emblemáticos de nuestro pueblo. Se trata del escudo del roble, elemento definitorio de la localidad, al menos en la Edad Media, pero, en este caso, sostenido por dos Grifos, el de la izquierda un macho y el de la derecha una hembra. Cada uno de los cuales, a su vez, sostiene una lanza por detrás del escudo.
Los grifos eran animales fantásticos con cabeza, alas y garras de águila y cuerpo y parte trasera de león. Su origen fabulado se remonta varios miles de años atrás y hay que situarlo en Asia. Suelen aparecer frecuentemente sosteniendo escudos, como en este caso, simbolizando las virtudes de los dos animales que los formaban: la vigilancia del águila y la valentía del león. Por lo tanto, esto es lo que significan aquí, unidos al escudo de Valderrobres, representado por un roble fuertemente enraizado y con frutos, símbolos a su vez de la fortaleza y de la riqueza. Con ello su autor quería transmitir un claro mensaje simbólico: los valderrobrenses eran y son personas fuertes, con profundas raíces y capaces de dar muchos frutos, gracias a la protección del águila y del león que les confieren sagacidad y valor para afrontar todos los retos que se pongan ante ellos.

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