ARTÍCULOS DE MANUEL SIURANA

En este blog se recogen diversos artículos que han sido publicados por Manuel Siurana.

Monday, February 19, 2007

EL GOBIERNO MUNICIPAL DE VALDERROBRES, ENTRE LOS SIGLOS XII Y XVII, POR MANUEL SIURANA

Este artículo de Manuel Siurana fue publicado en el programa de Fiestas de Valderrobres, del año 2005.

SIGLOS XII A XV
Tras su reconquista por el rey de Aragón, Alfonso II, Valderrobres, en 1175, se convirtió en feudo del obispado de Zaragoza, que lo cedió a Fortún Roberto y sus sucesores los Pérez de Oteiza, con el objetivo de hacer más efectivo el poder. Pero, en 1307, tras la muerte sin herederos de Pedro López de Oteyza, el feudo volvió al dominio episcopal. Los señores feudales obtuvieron importantes rentas de esta situación y los habitantes de Valderrobres se convirtieron en sus vasallos a cambio de protección y organización, por lo que durante los siglos XIII y XIV el feudo pasó de ser un señorío solo territorial a un señorío jurisdiccional, que no implicaba sólo y necesariamente el dominio sobre las tierras, sino también la potestad de jurisdicción y de gobierno sobre las personas. Es decir, el rey cedía parte de su jurisdicción al arzobispo de Zaragoza, que ejerció una verdadera función pública en Valderrobres, pues de él dependía la administración de justicia, la recaudación de tributos, el nombramiento de funcionarios propios como alcaldes, bailes o justicias, el mantenimiento del orden, la intervención en el nombramiento de autoridades locales en el Concejo y la exigencia del servicio militar.
Antes ya, a finales del siglo XII, se formó el Concejo, que estaba regido por los jurados y que era el órgano administrativo local. Los jurados, que eran dos (el mayor y el menor), nacieron para controlar la justicia, pero muy pronto ampliaron sus funciones, como si fueran los actuales concejales, estando en sus manos la distribución de ingresos y gastos, la recepción y transmisión de las normas, mandatos y leyes del aparato administrativo central y en definitiva eran los representantes principales del municipio ante otros concejos y ante autoridades superiores. Era habitual también la celebración de asambleas vecinales, presididas por los jurados, a quienes ellas mismas habían elegido por mandatos temporales, formando conjuntamente el Concejo, que, con el paso del tiempo, perdió su sentido asambleario. El Concejo también contaba con una serie de empleados que llamaríamos municipales, entre los que destacaban el escribano, el corredor (encargado de los pregones, de realizar las subastas y de transmitir ofertas -equivalente a un alguacil actual-) y el meseguero (vigilante de los sembrados -equivalente a un guarda actual-).
A partir de 1307 la presencia del señor feudal en nuestra localidad fue muy esporádica, a pesar de la posterior construcción de un cómodo castillo-palacio que únicamente sirvió para albergar en momentos muy concretos a algunos arzobispos, como don García Fernández de Heredia, don Dalmau de Mur y Cervellón y don Hernando de Aragón, que a la postre fueron los que más se preocuparon por la habilitación de sus estancias. En ausencia del señor feudal ahora adquirieron mayor relevancia los bailes cuartarios, los alcaldes y los justicias, todos ellos designados por el arzobispo. Durante los siglos XIV y XV los bailes y alcaldes solían ser personas foráneas, miembros del clero que ostentaban a la vez el cargo de vicario o coadjutor. El baile actuaba como administrador de los bienes del arzobispo, mientras que el alcalde realizaba unas funciones más ejecutivas como representante del poder municipal.
El primer baile que conocemos fue Martín Conta, que aparece en los documentos como clavero del castillo de don Pedro López de Oteyza. Ya bajo el mandato episcopal aparece la figura de Juan Remigio de Luna, baile el día 25 de octubre de 1346. Al menos entre 1400 y 1416 actuó como baile el también vicario Guillermo Bonet. Entre 1429 y 1435 fue baile Pedro Blasco, siendo sustituido el día 15 de abril del mismo año por el también sacerdote Domingo Tárrega, que murió en 1440. En 1452 Rafael Moragrega dejó de ser baile al fallecer, siendo sustituido por Juan de Rubielos.
El escudero Gonzalo Bastón es el primer alcalde del que tenemos noticia y fue nombrado por el arzobispo Guillermo Agrifolio en 1348. No sabemos de otro hasta 1382 en que surge el nombre de Bartolomé Castra, que sumaba los cargos de alcalde y justicia, siendo previsiblemente sustituido por Sancho Pérez de Caseda en el año 1397, que ostentó el cargo al menos hasta el año 1400. En 1432 fue nombrado alcalde Pedro Torres hasta su muerte, siendo sustituido el día 22 de febrero de 1453 por Guillermo Bonet.
El justicia era el equivalente a un juez, sumando a ello ciertas funciones ejecutivas de tipo policial y carcelario. Era elegido por el señor feudal de entre los vecinos y pecheros (que pagaban pechas) del pueblo y ocupaba uno de los más altos escalafones en el municipio, por lo tanto este puesto solían coparlo campesinos o mercaderes que habían hecho fortuna, siendo muy habitual la permanencia del cargo dentro de un reducido número de familias. El primero que conocemos fue Berenguer de Bergantes, justicia entre 1301 y 1307, que tuvo el honor de asumir el poder en Valderrobres durante los dos años que transcurrieron de 1305 a 1307, tras la muerte de Pedro López de Oteyza. No tenemos noticias de ningún otro justicia hasta 1365 en que lo fue Guillermo Pérez de Molina, seguido por Bartolomé Castra en 1382. Más tarde, en 1409, Bartolomé Gil de Villoro sustituyó en el cargo a García Peralta. En 1435 fue nombrado para el cargo el sacerdote Pascual Carcasens, que fue sustituido el año siguiente por Cristóbal Farcuense.

SIGLOS XVI A XVII
Entre mediados del siglo XV y mediados del XVI el arzobispado de Zaragoza estuvo gobernado por miembros de la familia real que nombraron alcaldes entre su gente de confianza, que ocupaba el cargo temporalmente y que en muchos casos no llegaba a residir aquí, cediendo a su vez el poder a tenientes de alcalde nativos.
De los datos que hasta ahora han visto la luz y de los documentos del archivo parroquial parece deducirse la pervivencia hasta el último tercio del siglo XVI de la doble figura de alcalde de la localidad y de alcalde de la tenencia, que también actuaba como administrador del castillo. Entre éstos conocemos a Pedro Cañizar en 1503, Jerónimo Teyz (secretario del duque de Calabria) en 1539, Miguel Freís de Lizana (maestresala del arzobispo) en 1564, Diego de Híjar en 1567, Juan de Híjar en 1570 y Jerónimo Palacios en 1579. Pero ninguno llegó a arraigar en la localidad y suplieron sus largas ausencias con los tenientes de alcalde como Pedro Pina (1563), Juan Crespo (1564), Francisco Molés (1566) y Juan Villaverde (al menos entre 1567 y 1570). Entre los alcaldes del municipio sólo podemos citar a Gaspar Falgás quien ostentó el cargo al menos entre 1572 y 1581.
El gobierno municipal no varió excesivamente con respecto a los siglos anteriores y así continuó hasta el siglo XVII. Los cargos de justicia y jurados, que eran anuales, estaban acaparados por una reducida serie de familias acomodadas. El Concejo administraba los derechos arzobispales y las primicias para ejecución de obras eclesiásticas, llevaba a cabo obras públicas colectivas, como construcción de acequias y mejora de caminos e incluso redactaba leyes o estatutos municipales.
A partir del último tercio del siglo XVI desapareció la figura de baile o alcalde del castillo y tenencia, quedando tan solo el alcalde del municipio, que, a la vez, solía ser el administrador de las propiedades episcopales. Además a partir de aquí los alcaldes fueron elegidos de entre los ciudadanos de Valderrobres por largos periodos de tiempo, siendo innecesaria la figura del teniente de alcalde. Fue ahora precisamente cuando la vida municipal experimentó un notable desarrollo, coincidiendo con el crecimiento demográfico y económico, como lo atestiguan las muchas fechas que se conservan en las fachadas de distintas viviendas y en el mismo Ayuntamiento, síntoma de que el pueblo creció, incluso más allá de sus murallas medievales, hacia la Solana, se mejoraron antiguas casas y se remodelaron los espacios, creando la Plaza Mayor, lo que, unido a la construcción de la propia casa del Concejo, justifica la evolución que registró la vida municipal.

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